miércoles, 2 de mayo de 2007

Casi humanos y a veces más inteligentes.

Más de 300 primatólogos y otros científicos evalúan las capacidades cognitivas del chimpancé.

Observados en la naturaleza y sometidos a pruebas en cautividad, los chimpancés se prestan a comparaciones con los humanos, sus parientes cercanos. Guardan un parecido familiar que fascina a la gente, y los científicos ven cada vez más pruebas de similitudes en la conducta y las habilidades de los chimpancés, que van más allá de un rostro expresivo y unos pulgares prensibles.

La teoría es que los chimpancés tienen una "reserva cognitiva" o inteligencia subyacente
El desafío es saber hasta qué punto se da en la naturaleza la conducta en cautividad
Los antepasados de los chimpancés fueron el último linaje de los monos actuales que se separaron de la rama que condujo a los humanos, probablemente hace seis millones de años, o tal vez cuatro. Un examen más reciente demuestra que, a pesar de profundas diferencias en ambas especies, sólo un 1,23% en sus genes separa al Homo sapiens del Pan troglodytes.
Los chimpancés hacen gala de una extraordinaria gama de comportamientos y talento. Fabrican y utilizan herramientas sencillas, cazan en grupo y participan en actos agresivos y violentos. Son criaturas sociales que parecen capaces de mostrar empatía, altruismo, conciencia de sí mismas, cooperación en la resolución de problemas y aprendizaje a través de ejemplos y experiencia. Los chimpancés incluso superan a los humanos en ciertas tareas de memoria.


"Hace 50 años, cuando prácticamente no sabíamos nada de los chimpancés", señala Andrew Whiten, un psicólogo evolutivo de la Universidad de St. Andrews (Escocia), "no habríamos podido predecir la riqueza y la complejidad de la cultura del chimpancé que conocemos ahora". Jane Goodall, una joven inglesa que trabajó en África en los años sesenta, empezó a cambiar las percepciones. Al principio, los expertos cuestionaban sus artículos sobre chimpancés que utilizaban herramientas y mostraban un comportamiento social. Ponían objeciones sobre todo a sus referencias a la cultura de los chimpancés. Sólo los humanos, insistían, tenían cultura. "Al principio, Jane sufrió el rechazo de las figuras consagradas", comenta Richard Wrangham, un antropólogo de Harvard. "Ahora, quienes dicen que los chimpancés no tienen emociones ni cultura son los rechazados".

El nuevo consenso enmarcó el debate de un simposio, La mente del chimpancé, celebrado recientemente en el Lincoln Park Zoo de Chicago. Más de 300 primatólogos y otros científicos evaluaron el conocimiento acumulado sobre las capacidades cognitivas del chimpancé.
Tras una sesión, Frans de Waal, de la Emory University (EE UU), autor de El mono que llevamos dentro (Tusquets Editores), decía que hace sólo una década todavía no existía un consenso firme sobre muchas de las relaciones sociales de los chimpancés. "Ahora no se oye ningún debate", afirmaba.

En sus estudios en el Yerkes Primate Research Center, De Waal descubrió que, como animales sociales, los chimpancés han tenido que constreñir y alterar su comportamiento en varios sentidos, al igual que los humanos. Forma parte del legado del mono, apunta, y en el caso de los hombres, es la base de la moralidad.

Otros estudios recientes explicaban con más detalle las habilidades de los chimpancés como fabricantes de utensilios. Jill Pruetz, de la Iowa State University (EE UU), describía 22 ejemplos de chimpancés de Senegal que elaboraban lanzas de madera para cazar primates más pequeños y obtener carne. Goodall fue la primera en observar los chimpancés como carnívoros cazadores no estrictamente vegetarianos.

Pruetz observó a varios chimpancés clavando las lanzas en troncos de árbol huecos en los que a menudo habitan los gálagos. Un solo intento surtía efecto. Antes se había visto a chimpancés utilizar palos principalmente para extraer termitas de su refugio.

Un equipo de arqueólogos dirigido por el español Julio Mercader, de la Universidad de Calgary (Canadá), dijo haber encontrado piedras en Costa de Marfil que los chimpancés utilizaban hace 4.300 años para abrir frutos secos. Con frecuencia se ha filmado a chimpancés actuales utilizando piedras como un martillo.

Otros investigadores combinan el trabajo de campo, en el que muestran la conducta de los chimpancés en su hábitat natural, con experimentos de laboratorio creados para desvelar su inteligencia subyacente, lo que los científicos denominan su "reserva cognitiva".
Por ejemplo, los chimpancés en estado salvaje no se sentarían por sí solos ante un ordenador a responder con toques rápidos en la pantalla como prueba de su memoria inmediata. Unos vídeos en los que hacían justamente eso en la Universidad de Kioto (Japón) impresionaron especialmente a los asistentes al simposio.

Tetsuro Matsuzawa, un primatólogo de Kioto, describió a un chimpancé joven que veía cómo aparecían sucesivamente números, del uno al nueve, parpadeantes en la pantalla en posiciones aleatorias. Los números desaparecían en menos de un segundo. Donde habían aparecido los números quedaban unos cuadrados blancos. El chimpancé pulsaba los cuadrados de manera despreocupada pero rápidamente, haciendo reaparecer los números en orden ascendente: uno, dos, tres, etcétera.

El ensayo se repitió varias veces con los números y los cuadrados en distintos lugares. El chimpancé, que recibió un entrenamiento durante meses acompañado de la promesa de recompensas en forma de alimento, casi nunca falló y recordó dónde habían aparecido los números. El vídeo incluye escenas de un ser humano que no supera la prueba, y rara vez recuerda más de uno o dos números, si es que recuerda alguno.

"Los humanos no pueden hacerlo", asegura Matsuzawa. "Los chimpancés son superiores al hombre en esta tarea". Matsuzawa indica que las primeras especies humanas "perdieron la memoria inmediata y, a cambio, aprendieron simbolización, las habilidades del lenguaje. Yo lo llamo la teoría de la compensación. Si quieres una capacidad, por ejemplo, una memoria inmediata mejor, debes perder otra".

Misato Hayashi, también de Kioto, describe experimentos realizados con crías de chimpancé que manipulan cubos apilables y bloques cuadrados y cilíndricos. Fueron más lentos que los humanos, pero la destreza manual estaba ahí. Un ser humano empieza a apilar bloques poco después de cumplir un año, señala Hayashi; los chimpancés tenían casi tres.

En experimentos con espejos, los investigadores demostraron que los chimpancés presentaban una conciencia de sí mismos que está ausente en los monos, pero no en los delfines y los demás grandes simios. Ensayos similares demostraron cierto reconocimiento de sí mismos entre los elefantes.

Otros investigadores dicen que cuando se les plantearon problemas para obtener alimentos desde el otro lado de una valla, los chimpancés no sólo fueron inteligentes por sí solos y a menudo competitivos con otro ejemplar, sino que también mostraron una disposición a cooperar unos con otros para realizar el trabajo.

Wrangham, de Harvard, dice que el desafío para los primatólogos que trabajan en ese campo radica en saber hasta qué punto se da en la naturaleza la conducta y el "excedente de capacidad cognitiva" observados en cautividad. La respuesta parece variar de una comunidad de chimpancés aislada a otra. Según los científicos, eso demuestra el papel del aprendizaje social -adquirir habilidades por imitación- y las respuestas a diferentes oportunidades en culturas independientes.

Según los investigadores, el interés por aprender más sobre los chimpancés no es sólo un caso de conocimiento porque sí. Su comportamiento y su inteligencia, afirman, tal vez permita comprender las habilidades de los primeros antepasados del hombre. Según los primatólogos, una motivación más urgente es que se trata de seres sensibles y los familiares vivientes más próximos al hombre, y que su supervivencia está amenazada.

Periódico El País.
The New York Times.
JOHN NOBLE WILFORD - Chicago - 02/05/2007.



La comunicación gestual de los simios ayuda a comprender los orígenes del lenguaje humano

Descubren que chimpancés y humanos comparten signos de comunicación no verbal


Mover el brazo hacia adelante con la palma de la mano hacia arriba es un gesto habitual para pedir algo o reclamar ayuda. Las señales de la cara y las auditivas serán las que nos den más pistas sobre qué se nos solicita. Esta situación, habitual entre los seres humanos, es común también entre nuestros parientes simios más cercanos, según mantienen los primatólogos norteamericanos Frans M. de Waal y Amy S. Pollick.

Una investigación reciente, realizada con chimpancés y bonobos (también llamados chimpancés pigmeos), confirma la hipótesis mantenida por estos expertos de que en las gesticulaciones manuales de los primates bien pudo estar el origen del lenguaje simbólico en nuestros antepasados: comenzamos por la comunicación no verbal como paso previo a la palabra oral.
En este trabajo, realizado en el Centro de Primatología de Yerkes (Atlanta, EEUU), los autores trabajaron con dos grupos de chimpancés cautivos (34 individuos) y otros dos de bonobos (13 individuos). Se trataba de identificar las señales y gestos que hacían en determinados contextos y por comportamientos.

Finalmente, según publican hoy en la revista Proceedings of National Academy of Science (PNAS), identificaron 18 señales faciales o vocales y 31 gestos manuales que son utilizados por estos simios para comunicarse. Respecto a las primeras, comprobaron que ambas especies las usaban de forma similar, pero no ocurría igual con los segundos: los gestos están menos relacionados con una emoción concreta y, por tanto, son más flexibles y pueden expresar un mensaje diferente en función del contexto social en el que se usan. «Un chimpancé puede estirar los brazos y abrir las manos hacia otro en señal de demanda de ayuda, mientras que ese gesto dirigido hacia quien tiene alimentos, indica un deseo de que los comparta. Sin embargo, un grito es la típica respuesta de la víctima ante un ataque, una intimidación o una amenaza. Eso nos sugiere que la vocalización casi no varía», explica la primatóloga Pollick.

Comunicación ancestral

En total, los investigadores grabaron 375 señales comunicativas entre los bonobos y 383 entre los chimpancés. Algunas eran más habituales en una especie que en otra, pero todas se correpondían a siete contextos concretos: amistad, conflicto, alimentación, aseo, juegos, sexo y locomoción. Para diferenciarlas de otras señales sin significado, seleccionaron sólo aquellas que se repetían al menos cinco veces.

De su estudio, han podido determinar cuáles son más primitivas. De Waal lo explica así: «Hemos sabido que los gestos surgieron más tarde en evolución que las expresiones faciales y las vocalizaciones porque los monos no los realizan, pero sí los simios y los humanos, por lo que, problablemente, estuvieron presentes en un ancestro común. Un buen ejemplo es el gesto de pedir algo con la mano».

De las dos especies estudiadas, son los bonobos quienes muestran los requisitos necesarios para la evolución del lenguaje, dada su mayor flexibilidad a la hora de gestualizar a la vez que se comunican verbalmente. De este modo logran una respuesta más eficaz. «Estos hallazgos indican que son el mejor modelo sobre la comunicación simbólica en nuestros ancestros primitivos», concluye Pollick.


02/mayo/2007
Periódico El Mundo.
Fuente:
Centro de Primatología de Yerkes (Atlanta, EEUU).
Revista: Proceedings of National Academy of Science (PNAS).

Descubren que los chimpancés han evolucionado más que los humanos

La comparación de 14.000 genes humanos con otros tantos de chimpancé acaba de dar a los científicos una sorpresa mayúscula. En efecto, al contrario de lo que la mayoría pensaba, los mecanismos evolutivos de "selección positiva" de genes parecen haber "funcionado" más y mejor entre los chimpancés que entre nosotros mismos desde que ambas especies se separaron a partir de un antepasado común, hace cerca de seis millones de años. O, dicho de otra forma, un mayor número de genes de chimpancé que de ser humano han seguido los procesos de selección natural previstos por las teorías darwinistas.

Favoritos de la evolución

El hallazgo, realizado por un equipo del Departamento de Biología Evolutiva de la Universidad de Michigan y dirigido por el investigador Jihanzhi Zhang, contradice de lleno la creencia común de que los humanos, con cerebros más grandes y equipados con una serie de habilidades cognitivas únicas en todo el reino animal, habríamos sido especialmente favorecidos por los procesos de selección natural.

En un artículo que publica hoy la revista "Proceedings", Jianzhi Zhang y sus colegas explican que "a pesar de que los humanos y sus parientes vivos más cercanos, los chimpancés, son enormemente parecidos a nivel genómico, ambos difieren en numerosos rasgos morfológicos, fisiológicos y psicológicos". Lo cual implicaría que, aparentemente, los humanos modernos han "cambiado considerablemente más que los chimpancés modernos con respecto de sus antepasados comunes". Y sin embargo no es así.

Pequeñas poblaciones

Los investigadores proponen una solución para explicar esta sorprendente realidad. El número de los primeros pobladores de nuestra especie, dicen en su estudio, debió de ser mucho menor de lo que se pensaba hasta ahora, lo cual reduciría también automáticamente la efectividad de la selección natural, cuyas leyes se desarrollan mejor en grandes que en pequeñas poblaciones. Por esa misma razón, aunque menores en número, cualquier cambio (incluídos los genéticos) habría tenido una mayor importancia entre los humanos que entre los chimpancés.

La propuesta, por añadidura, explicaría el motivo por el cual los seres humanos cuentan con un menor número de genes sujetos a procesos de selección positiva, y una cantidad mucho mayor, sin embargo, de carga genética "neutral" o incluso "negativa" de la que tienen los chimpancés.

Genes diferentes

Durante su análisis, los investigadores se dieron cuenta también de que la selección positiva actúa sobre genes diferentes en las dos especies, y que los genes seleccionados, tanto en una como en otra, están implicados en procesos biológicos muy dispares.

Por ejemplo, muchos de los genes seleccionados positivamente en los seres humanos están implicados en la transmisión de enfermedades hereditarias, en modificaciones del metabolismo y en el transporte de moléculas a través de las membranas celulares.

Una de las conclusiones del estudio es, precisamente, que queda mucho para saber cuáles rasgos genéticos son actualmente beneficiosos para la evolución de las dos especies.

25/abril/2007
Fuente: ABC - CIENCIA
Revista: Proceedings of National Academy of Science (PNAS).
Departamento de Biología Evolutiva de la Universidad de Michigan.
Investigador Jefe: Jihanzhi Zhang