miércoles, 12 de septiembre de 2007

Los chimpancés roban alimentos para conquistar al sexo opuesto.

EFE. El Universal. Washington. Martes 11 de septiembre de 2007

Revela estudio que los machos utilizan los robos a huertos y granjas para jactarse de sus proezas, especialmente frente al sexo opuesto

Un grupo internacional de científicos ha descubierto que los chimpancés del África Occidental roban alimentos para entrar en sociedad y conquistar a las hembras, reveló un estudio divulgado hoy por la revista PLoS ONE.

Según Kimberley Hockings, investigadora de la Universidad de Stirling, en Escocia, los machos utilizan los robos a huertos y granjas para jactarse de sus proezas, especialmente frente al sexo opuesto.

En realidad, según los científicos, estos primates parecen imitar al ser humano, que hace miles de años empleó los alimentos como moneda de cambio para formar grupos sociales o llamar la atención.

"Ese comportamiento atrevido (en los chimpancés) parece ser una característica atractiva, y poseer un alimento muy sabroso, como una papaya, atrae la atención positiva de las hembras", señaló Hockings.

El estudio realizado en la aldea de Bossou, en Guinea, es el único que registra el acto de compartir alimento entre chimpancés salvajes.

"Se trata de una conducta extraña, aunque la mayor parte de la dieta de los chimpancés sea de vegetales. Es algo que no ocurre con frecuencia. Sin embargo, en comunidades de chimpancés dedicadas a la caza, compartir carne es un instrumento social para forjar alianzas y vínculos sociales", indicó Hockings.

Los investigadores descubrieron que los machos adultos compartían el botín de sus incursiones por huertos y granjas solamente con hembras en edad reproductiva, especialmente con alguna con la que habían establecido un contacto previo.

El macho que compartía la mayor parte de su alimento con esa hembra entraba en un cortejo y recibía de ella un mayor contacto físico que otros machos, aunque estos fueran los más fuertes.
"Por lo tanto, los chimpancés machos parecen hacer gala de sus habilidades y canjean la fruta prohibida por otro bien, que en este caso puede ser sexo", señaló la científica.

En el estudio también participaron científicos de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos, de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, y de la Universidad de Lisboa, en Portugal.


Los chimpancés también son capaces de resistir tentaciones

ESTUDIO DE LA UNIVERSIDAD DE GEORGIA, EN LOS ESTADOS UNIDOS

Para contenerse y no ceder a una tentación, es natural tratar de distraer la propia atención del objeto deseado. Evidente en el hombre, este comportamiento acaba de ser observado en chimpancés por dos psicólogos del Centro de Investigaciones del Lenguaje, de la Universidad de Georgia, en Atlanta, Estados Unidos.

"El dominio de sí" era ya conocido en los chimpancés. En la naturaleza, saben inhibir pulsiones "que no se corresponden con su interés de largo plazo", explican los autores del estudio. En lugar de "comer rápido lo que tienen a mano", prefieren recorrer una distancia mayor y buscar frutos más calóricos. O incluso elaborar herramientas para romper la cáscara de las frutas en lugar de contentarse con simples vegetales. Del mismo modo, cuando está a punto de aparearse con una hembra, un chimpancé optará por esperar a que se haya ido otro macho que merodea en la zona para no ser molestado.
La novedad estriba en "la adopción de una estrategia para distraerse". Para su estudio, publicado en Biology Letters, los investigadores sometieron a prueba con éxito la capacidad de los chimpancés para "desarrollar una estrategia" en un ejercicio en el cual la recompensa era mucho más importante si los simios lograban tener paciencia. Esto exige "un nivel de sofisticación del comportamiento rara vez observado fuera del hombre", explican.

Cuatro chimpancés fueron colocados, uno a uno, frente a un recipiente donde se iban acumulando los caramelos si ellos no los tomaban. Los chimpancés a cuya disposición se habían puesto juguetes lograron tener paciencia más tiempo que los demás y, por lo tanto, obtener más golosinas. Contrariamente, cuando los caramelos no estaban accesibles, los monos jugaban menos tiempo.

"Los chimpancés se dieron cuenta de que había una ventaja en ocuparse de los juguetes", afirmó Theodore A. Evans, coautor de la publicación.


martes, 11 de septiembre de 2007

La capacidad para digerir el almidón pudo condicionar la evolución humana

Hay diferencias incluso entre los seres humanos.

Un grupo de investigadores ha medido la presencia de copias de un determinado gen, responsable de la producción de una enzima relacionada con la digestión del almidón, en distintos grupos de primates y seres humanos. La principal conclusión el que tipo de dieta está relacionada con el número de copias de ese gen. Los resultados aparecen en un artículo publicado en 'Nature Genetics'.

Durante la mayor parte del día un gorila no hace otra cosa más que comer. En cambio, los seres humanos tenemos una dieta más amplia; en gran medida constituida por vegetales, pero de gran contenido calórico. Esto nos proporciona muchas ventajas sobre otros primates. Una de ellas, tiempo. No tenemos que dedicar tantas horas a la recogida, masticación y penosa digestión de alimentos abundantes aunque poco calóricos. A los humanos nos basta con tomar un poco de arroz, trigo, maíz o patatas.

Esto es debido a que en la saliva (y también en el pancreas) generamos una enzima denominada amilasa, que reduce el almidón de los alimentos a azúcar. La generación de esta enzima está directamente relacionada con la presencia de un gen, el AMY1. Cuantas más copias de este gen dispongamos más fácil nos resultará la producción de amilasa. En comparación, los chimpancés y los bononos (un tipo de mono) tienen tres veces menos copias de ese gen que nosotros; y, por tanto, una producción de amilasa muy inferior.

En opinión de los científicos responsables de la investigación, "ese mayor número de copias de AMY1 fue probablemente ganado en la evolución humana, más que perdido por los chimpancés". Nate Dominy, antropólogo de la Universidad de California en Santa Cruz, y uno de los investigadores responsables del estudio, cree que el cambio en la dieta pudo haber favorecido el crecimiento del cerebro de los homínidos que tuvo lugar hace dos millones de años.

Pero la mayor o menor presencia de estas copias del gen AMY1 no sólo varía entre primates; también lo hace entre distintos seres humanos. Aunque de forma menos acusada que con los otros primares, los investigadores han podido observar cómo los japoneses y los europeos tienen más copias de ese gen que pueblos tan dispares como los biaka africanos o los yakutos de Siberia. No parece casual que los primeros tengan dietas basadas en alimentos con almidón (arroz y trigo), y los segundos no. Los autores concluyen que la selección natural ha favorecido un número creciente de copias del gen AMY1 en aquellas comunidades que tenían este tipo de dietas.

http://www.nature.com/ng/index.html

http://www.elmundo.es/elmundo/2007/09/11/ciencia/1189502984.html

viernes, 7 de septiembre de 2007

Cómo abre un tubo un chimpancé.

Internacional Los primates no humanos no acumulan conocimiento. Los humanos sí, a través del aprendizaje social. Las diferencias entre las habilidades humanas de aprendizaje social y las de los grandes primates se demuestran por primera vez de forma exhaustiva en un estudio del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva que publica hoy la revista Science.

El investigador español Josep Call y su colega Esther Herrmann explicaron ayer en Berlín cómo ocho años de experimentos con unos 230 sujetos -100 niños de dos años y medio, 100 chimpancés y 30 orangutanes- les llevaron a conclusiones que pueden sorprender a los legos en teoría evolutiva y comportamiento animal: el mono improvisa y se enfrenta a los problemas con creatividad -algo roma-, mientras que los niños tienden a remedar los comportamientos que ven.
Un problema típico sería un tubo de plástico que encierra comida. El chimpancé tratará de abrirlo por la fuerza, le dará vueltas, lo morderá y lo golpeará. El niño busca la solución imitando a quien le quede cerca. Si es otro humano que le demuestra la habilidad de abrir el tubo, el niño lo abrirá también por el mismo método. Si está a solas con un mono, lo más probable es que el niño muerda, golpee y trate de abrir el tubo por la fuerza. A los dos años y medio, la aptitud física de los humanos es similar a la de los chimpancés. Sin embargo, los niños superaron correctamente el 74 por ciento de las pruebas propuestas por los investigadores cuando éstos les mostraban la solución. Los chimpancés y los orangutanes, sólo el 33 por ciento.
El cerebro humano es tres veces mayor que el de los chimpancés. Es una ventaja obvia, que a los investigadores -entre ellos María Victoria Hernández-Lloreda, de la Universidad Complutense de Madrid- no les explica, sin embargo, la mayor inteligencia humana, su capacidad de abstracción y de adaptación. La inteligencia social de la que el hombre dispone ahorra tiempo de aprendizaje y energía. Así, los humanos no tienen que descubrir de nuevo las habilidades que necesitarán en el curso de sus vidas.Call enarbolaba ayer un sencillo abrebotellas para ilustrarlo. Ningún ser humano del mundo podría aprender por sí mismo todas las habilidades que se necesitan para fabricar una cosa tan simple como ésta: las aleaciones del metal, las máquinas para la producción, el diseño .
Call defiende la hipótesis de que un solo mono, por el contrario, sí que puede aprender por sí mismo todos los comportamientos y habilidades que dominan sus congéneres en la naturaleza.
Otro ejemplo al que recurrió Call es el álgebra, que no existió hasta hace poco más de mil años. Su conocimiento se ha extendido a pesar de ello en todo el mundo mediante la enseñanza. Es improbable que pudiera reinventarse por cada generación.Mantiene el investigador la hipótesis de que los seres humanos desarrollaron estas habilidades por su nomadismo ancestral. Según el científico, el desarrollo de habilidades sociales facilita el reconocimiento grupal entre individuos aun cuando están rodeados de extraños . Los chimpancés viven en grupos sociales de cierta complejidad y usan signos poco complejos para comunicarse. Sin embargo, apenas abandonan su grupo durante toda su vida, de modo que no necesitan construir frente a extraños su identidad social.
Fuente: El País

jueves, 6 de septiembre de 2007

Un niño de 2 años es más inteligente que un mono por cultura, no por cerebro

Un simio es capaz de hacer pequeñas sumas y de usar herramientas que un niño de dos años no sabe ni cómo coger, pero el pequeño es desde esa edad ya más inteligente por haber aprendido culturalmente a interpretar intenciones y a imitar a los adultos para resolver un problema, no porque tenga un cerebro más grande.

Es decir, la inteligencia humana se debe a una especialización de la cultura, y no a una inteligencia general asociada al mayor tamaño cerebral, según una investigación realizada durante los últimos cuatro años por un equipo internacional en el que han participado los españoles Josep Call y Victoria Hernández-Lloreda.

Hernández-Lloreda explicó a Efe que para su investigación, que mañana publica la revista Science, se ha aplicado "una amplia batería de tests cognitivos" a 106 chimpancés y 32 orangutanes, y a 105 niños de 2 años de edad.

Para igualar las condiciones de aplicación de los tests a las diferentes especies llegaron a poner una barrera de plexiglás entre quien realizaba las pruebas y el niño, a fin de simular el mismo entorno en el que se hacían a los simios.

Los dos obtuvieron resultados muy similares en los tests relativos al conocimiento del mundo que les rodea, e incluso los chimpancés mejor que los niños en operaciones de rotación, sumas de pequeñas cantidades y uso de herramientas.

Sin embargo, los pequeños, lejos aún de la edad de escolarización en la que aprenden a contar y a leer, tuvieron mejores resultados en tareas relacionadas con la comprensión del mundo social.

Si los niños simplemente tuvieran más inteligencia general que los grandes simios, se deberían haber encontrado diferencias sistemáticas en todas las áreas, pero no fue así.

Las mayores capacidades de los niños en cognición y aprendizaje social a esa edad, cuando aún sus capacidades de cognición física son como las de los grandes simios, sugieren una adaptación biológica específica para la vida social y la cultura.A partir de esas habilidades están preparados para adquirir otras más complejas y gran cantidad de información a través tanto de la imitación como de la instrucción.Sin esas capacidades socio-cognitivas los niños avanzarían muy poco con respecto a los grandes simios en sus capacidades matemáticas, por ejemplo, ya que no podrían utilizar los símbolos numéricos, explicó Hernández-Lloreda, profesora del departamento de Metodología de Ciencias del Comportamiento de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Por lo tanto, son las habilidades socio-cognitivas las que dan la clave para entrar en el mundo de la cultura, y crecer dentro de un grupo cultural permite a los niños beneficiarse de las habilidades y el conocimiento adquiridos por el resto de la especie, acceder al uso de herramientas y símbolos, incluido el lenguaje, que otros ya han desarrollado.

El experimento, para el que Hernández-Lloreda elaboró el desarrollo psicométrico de la batería de tests, se realizó en el instituto Max Plank de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), donde trabaja Call, que es además codirector del Wolfang Köhler Primate Research Center.El trabajo se enmarca en una colaboración entre el instituto Max Plank y la Universidad Complutense, que comenzó en 2003 y se formalizó con un convenio de colaboración hace dos años entre la institución alemana y el grupo de estudio de las relaciones sociales de la UCM del que forma parte Hernández.-EFEJueves, 06 Septiembre, 2007